viernes, febrero 20, 2009

El trolebús

Debo reconocer que hace tanto tiempo que no me subía al trolebús que hoy, justo en el momento de abordarlo, tuve que preguntar a la persona que estaba delante de mí cuanto costaba el pasaje. “Dos pesos” contestó. Saqué de mi bolsa los dos pesos y los deposité en la alcancía. A cambio el operador me dio un boleto, con una leyenda que dice, “consérvelo, es su seguro de viajero”.


Ese boleto trajo a mi memoria cuando era muchacho y me subía al transporte público. Inmediatamente después de recibir el boleto, sumábamos los dígitos de su número de serie y si la suma era 21, lo guardábamos, pues existía la leyenda urbana que lo podríamos cambiara por un beso a nuestra muchacha de elección. Había un “antídoto”, si ella tenía un boleto 14 cuando le presentábamos el 21, en lugar de recibir un beso, recibiríamos una cachetada.

Durante mi adolescencia, acumulé algunos 21, pero nunca tuve oportunidad de “cambiarlos”.

El boleto, ¿será todavía mi seguro de boleto?

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