"El que salió mal amigo"

Durante los dos primeros años de la secundaria me hice de un par de buenos amigos, Miguel Angel, el conejo, que vivía enfrente de la escuela y Edgar, el huevo, que vivía (entonces para mi lejísimos) en Santa Clara, digamos a 40 minutos en autobús.

Los tres compartíamos agradables momentos y en cuanto podíamos, buscábamos la forma de divertirnos, lo mismos molestando al resto de los compañeros, que jugando futbol americano con nuestras compañeras.

En segundo de secundaria reprobé matemáticas y como el pago del examen coincidía en fecha cuando nosotros estaríamos de vacaciones a Jamay, le pedi a Miguel Angel que me hiciera el favor de pagar mi examen, mismo que tendría que presentar en los primeros días de septiembre, el último ciclo escolar que cursaría en la secundaria. Le dejé el dinero para realizar el pago, le agradecí y nos fuimos de vacaciones.

Al regreso le pedí a Miguel el comprobante del pago y me dijo que no lo encontraba, que me presentara y que ellos me tendrían en su lista.

Llegó el día y yo estaba listo, era un sábado. Recuerdo que nos formaron a los deudores de materias y fuimos pasando a salones de acuerdo con materia reprobada. Me senté y pasaron lista. No me mencionaron. Levanté la mano y dije que faltaba. El profesor dijo que no estaba en la lista, que debía ir a la dirección a arreglarlo.

Sali corriendo preocupado hacia la dirección para enterarme que el pago no se había realizado. Me sentí muy preocupado y muy triste. Preocupado porque sólo habría una oportunidad más de presentar el examen si quería obtener mi certificado de la secundaria para poder inscribirme al bachillerato en tiempo o peder un año de escuela.

Muy triste me sentí porque me sentí traicionado. Nunca me dijo porque no pagó el examen, para mi hubiera bastado con que me dijera que no lo había hecho y no que me diera cuenta de esa forma. Dejamos de ser amigos y jamás nos volvimos a hablar.

En enero presenté el examen y rescaté la materia, pero la amistad del conejo no.