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No recuerdo bien el año, debió haber sido en el 92 o 93 cuando recibí de manos de un compañero de trabajo lo que según él era un regalo que me daba porque éramos buenos “amigos”.
-“Nomás para que la pruebes- me dijo.
Al abrir el paquetito vi un polvo impecablemente blanco. Inmediatamente supuse que ese paquete era lo que se conoce como “una grapa” de coacína.
“Experto” como era en esos menesteres, decidí comprobar mis sospechas y hacer una prueba: mojé la punta de mi dedo y lo que alcancé a levantar me lo puse en la lengua. Un momento después de esto, mi lengua se me “durmió” como cuando un dentista nos inyecta para que haga su trabajo sin que tengamos molestia.
Guardé el paquete durante un tiempo, así como para guradar la evidencia. Pasado el tiempo lo tire por una coladera.
Hasta la fecha no he probado dogras. Siempre he creído que de hacerlo me gustaría y difícilmente podría escapar de ellas.
1 comentario:
Pero porque no la donaste a una buena causa!!!! Jajajajajaja.
Feliz navidad y año nuevo que me voy para Francia y no sé si podré leerte.
Jorge
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