jueves, enero 24, 2008

El tranvía

Año Chicuei Ácatl, Veintena Atemoztli, Día Macuilli Quiáhuitl
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Cuando niño usaba este medio de transporte que corría en dos rutas, La Villa-Zocalo y La Villa Lucas Alamán. Ambas rutas pasaban por la Calzada de Guadalupe y seguían por la calle de Comonfort hacia el Zócalo.


Un boleto antiguo del tranvía de la Ciudad de México

Los sábados cuando mi papá me llevaba con mi Tia Juana para que pasara la noche con ella, tomábamos el tranvía. Si nos tocaba la ruta hacia el Zócalo, pues nos bajábamos en la calle de Libertad y si nos tocaba la Lucas Alamán, nos bajábamos en la calle de Jaime Nunó, es decir, debíamos caminar una calle más hasta Libertad.

Para mi el tranvía era sorprendente, pues no era necesario un volante para conducirlo. El operador sólo tenía una barra donde colocaba las manos y unas pequeñas palancas con las cuales abría-cerraba las puertas y apagaba-encendia las luces y dos pedales: uno para acelerar y otro para frenar… con un electroimán acompañado de un chasquido muy especial. Tenía dos puertas delanteras para ascenso y dos puertas traseras para el descenso y por supuesto, ningún tranvía podía rebasar a otro.

Justo en la calle de Nunó, el conductor debía bajarse con una palanca en forma de gancho para hacer el cambio de vía. Su velocidad debió haber sido de 30 kilómetros por hora, no más.

La “modernidad” acabo con este medio de transporte y del este sólo queda esta imagen.


Después los pintaron de anarajado y blanco y fue con esos colores como dejó de circular por las calles de la Ciudad.

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