miércoles, agosto 29, 2007

El Gallo

Año Chicuei Ácatl, Veintena Tlaxochimaco, Dia Matlactliomei Osomatli

Hace muchos años, cuando niño, pensé que eso de poner apodos era una característica exclusiva de los que vivíamos en la Ciudad de México. Un poco más tarde pensé que éramos únicamente los mexicanos quienes nos divertíamos con esta peculiar actividad. Ahora se que en todas partes del mundo se usan los apodos.

El gallo, el ostión, son algunos de los apodos adquiridos en mi infancia. Normalmente los apodos son “puestos” a consecuencia de características físicas o actividades que se desarrollan, aunque este no fue mi caso.

El primer apodo corresponde a unos botines que mi mamá me compró cuando aparecí en la primaria en una representación de la revolución. “Tus botas son de pico de gallo” y ahí quedó el apodo. El segundo es una deformación de mi apellido. Después he ido teniendo muchos apodos más, algunos derivados de mis características físicas.

Afortunadamente nunca he tenido un apodo de esos que resultan degradantes. Aquí un ejemplo:
Abeja obrera, Sale únicamente a chupar.
Abuelo en vacaciones, Va con los chicos atrás
Aceite, Jamás lo podés hacer juntar con el agua.
Acelga, Sirve solamente para relleno.
Acoplado, Nunca sale solo
Acuaman, Es el rey de los pescados.
Acueducto, Tiene el paso a desnivel.
Adobe barato, Se va en pura paja.
Acido, Donde cae, come.
Alacrán, Se defiende con la cola.
Alambre liso, Es imposible que enganche algo.

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