Es sabiduría popular que los suceso se presentan en el momento preciso, ni antes ni después. Ayer ha sido una clara muestra de ello: Ayer festejamos por adelantado en la casa de Hierro el cumpleaños de mi hermana Aída (quien realmente cumple años hasta el próximo domingo), por lo que Tamara se traslado desde nuestro pueblo hasta Hierro, lluvia incluida.
Nos habíamos quedado de ver en el trabajo, pero la lluvia y la precaución de Tamara, hicieron que cada uno de nosotros llegáramos cada quien por su lado.
Más tarde, cuando hubo la necesidad de “mover” mi carro pues estaba ocupando un lugar de estacionamiento que no le correspondía. Bajé con Gerardo a moverlo… entonces me di cuenta que al embrague le había sucedido “algo” pues no funcionaba. Eso significaba, grúa, taller, mucha plata y sentirse aliviado que no se hubiera quedado el carro “tirado” con Tamara arriba.
Nos costó trabajo sacarlo. Después de un poco de discusión, el carro de Leticia fue a dar a la pensión y mi carro en ese lugar.
Gerardo y yo fuimos más tarde por el carro de Leticia a la pensión para acomodarlo en su lugar y, por supuesto sacar el mío. Ya cuando salía de camino al trabajo, llegaron las personas del taller que está a un lado del edificio. Ellos lo arreglaron con alta tecnología: un alambre, una pinzas y unas vueltas a un “chicote” que se había roto…. sin costo alguno.
No cabe duda que cada evento llega en el momento preciso
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